Análisis académico de Los grados del desorden de Wenceslao Vargas Márquez
En Los grados del desorden, Wenceslao Vargas Márquez construye una narración que no solo aborda la problemática del caos en un espacio físico, sino que también introduce una reflexión sobre el orden, el cálculo y la percepción subjetiva del desorden en la vida cotidiana. A través del personaje del anticuario Belmont y su intento de medir el caos en su bazar, el relato sugiere que el desorden no solo es un fenómeno desestructurado, sino que tiene una dimensión más compleja y, en cierto sentido, matemática. A continuación, se presenta un análisis académico estructurado que explora las diferentes capas del cuento.
1. El caos como concepto físico y filosófico
El relato parte de la premisa del desorden, un tema que, en su nivel más superficial, se presenta como un inconveniente práctico para Belmont, el anticuario. Sin embargo, pronto descubrimos que el desorden se convierte en una cuestión filosófica y matemática. La actitud del personaje frente al caos, simbolizado por el “tiradero de objetos” en su bazar, refleja la lucha del individuo moderno por encontrar orden en un mundo inherentemente caótico.
El anticuario, más allá de simplemente querer limpiar y organizar, busca medir este desorden. La necesidad de clasificar y cuantificar el caos puede interpretarse como una metáfora del deseo humano de dominar lo impredecible. Este impulso de ordenación refleja una perspectiva racionalista que busca imponer un sistema donde no lo hay, un deseo de darle forma a lo informe. El propio Belmont, al querer establecer medidas concretas de desorden, actúa como un símbolo de la obsesión por controlar lo incontrolable.
2. La matemática del desorden
La idea de medir el desorden mediante fórmulas matemáticas introduce un enfoque completamente nuevo para abordar lo que normalmente sería considerado una característica negativa o anárquica. Belmont utiliza un modelo numérico basado en la organización de los libros, describiendo cómo el orden de los tomos determina el grado de desorden. Este enfoque, aparentemente absurdo, transforma la naturaleza caótica de los objetos en un sistema que puede ser entendido y cuantificado.
El modelo de Belmont sobre la enciclopedia de tres tomos es un ejemplo claro de cómo el desorden puede adoptar una forma matemática. Cuando los tres tomos están colocados con el lomo a la vista, el desorden es 1; cuando los tres tomos están con el lomo oculto, el desorden se eleva a 27. Esta “medición” de desorden, que varía de acuerdo con las posiciones de los libros, es una representación simplificada pero significativa de cómo intentamos entender el caos a través de fórmulas rígidas.
Este intento de cuantificar lo incontrolable puede entenderse también como una crítica a la racionalización excesiva del mundo, donde todo debe ser medido, clasificado y definido, incluso aquello que por naturaleza es caótico. La exagerada precisión de Belmont, al medir el desorden con exactitud numérica, se convierte en una paradoja, pues el desorden, en esencia, no puede ser contenido en una fórmula.
3. El desorden más allá de los libros: la multiplicidad de objetos
Aunque el foco principal del análisis de Belmont está en los libros, el relato expande la noción de desorden a otros objetos del bazar, desde floreros hasta radios, y plantea una cuestión crucial: ¿cómo medir el desorden de algo tan abstracto como las flores en los floreros? La referencia al “orden circular de los pétalos” introduce una nueva dimensión al concepto de desorden: el orden no es siempre lineal o jerárquico, sino que puede ser circular, cíclico y no necesariamente reducible a una fórmula sencilla.
El momento en que Belmont se enfrenta a la imposibilidad de medir el desorden de las flores en términos matemáticos es un punto clave en el cuento. El autor emplea este dilema para señalar las limitaciones de la racionalidad humana al tratar de ordenar aspectos de la vida que escapan a la lógica estructurada, como la naturaleza orgánica y dinámica de los objetos artísticos o naturales.
4. El papel de la sobrina: La juventud frente a la rigidez adulta
La sobrina de Belmont juega un papel importante en el relato, actuando como un contrapunto al enfoque rígido y meticuloso del anticuario. Mientras Belmont se obsesiona con la medición del desorden, la sobrina lo observa con una mezcla de escepticismo y comprensión. Su intervención, sugiriendo que el desorden no es solo una cuestión de libros, sino también de otros objetos (como los floreros), es una llamada de atención sobre los límites del sistema que Belmont ha creado. Su capacidad de ver más allá de las fronteras del análisis lógico refleja la perspectiva más flexible y abierta de la juventud frente a la inflexibilidad adulta.
Además, la sobrina introduce una referencia cultural importante: el libro Cálculo infinitesimal, de Woods & Bailey. Esta obra, que la sobrina reconoce como un texto de interés para el ingeniero Zamora en Los albañiles de Vicente Leñero, se convierte en un símbolo de la intertextualidad y de cómo el conocimiento técnico, científico o matemático está presente de manera transversal en la vida cotidiana, incluso en algo tan aparentemente trivial como medir el desorden en un bazar. La mención de este libro también resalta el contraste entre el enfoque técnico y práctico del anticuario y la naturaleza más filosófica o humanista del enfoque de su sobrina.
5. El desorden como metáfora de la vida misma
A través de la multiplicidad de objetos en el bazar y el intento de medir el desorden, Vargas Márquez parece sugerir que el caos y el desorden son características inherentes de la vida misma. La obsesión de Belmont por medir lo caótico refleja el intento humano de imponer orden a un mundo que, por su naturaleza, es impredecible y fragmentado.
El relato también podría leerse como una reflexión sobre la imposibilidad de entender o controlar por completo el desorden que nos rodea. Las numerosas fórmulas de medición que Belmont propone son, en última instancia, inútiles para poner orden en la complejidad del mundo, sugiriendo que el desorden es algo que debe aceptarse y no simplemente corregirse.
Conclusión
Los grados del desorden utiliza el tema del caos en un bazar para explorar cuestiones más profundas relacionadas con el orden, la medición y la percepción humana de la vida cotidiana. A través del personaje de Belmont, Vargas Márquez nos invita a reflexionar sobre el deseo humano de controlar lo incontrolable y la imposibilidad de medir el desorden en sus múltiples formas. La historia también muestra cómo la juventud, representada por la sobrina, ofrece una visión más flexible y menos rigurosa frente a los problemas que el adulto intenta racionalizar excesivamente. En última instancia, el relato sugiere que el desorden no es algo que se pueda simplemente solucionar o medir, sino una característica intrínseca de la existencia humana que debe ser comprendida en su complejidad y aceptación.
*
No hay comentarios:
Publicar un comentario