Desmantelar un Escudo: ¿Error Estratégico o Castigo a la Corrupción Pasada?
El Diagnóstico Amargo y la Solución Controvertida
El
debate sobre la supervivencia del Fondo de Desastres Naturales
(FONDEN) no es meramente administrativo; es una encrucijada moral y
estratégica para el Estado mexicano. La propuesta de desaparecer este
fideicomiso surge de una premisa innegable y dolorosa: el FONDEN, a lo largo de
las administraciones del PRI y el PAN, se pervirtió. Se transformó, según
numerosas denuncias, de un mecanismo de auxilio a una caja chica para la corrupción
y el desvío de recursos públicos
El argumento es simple y contundente: si la herramienta se usó para robar, hay que eliminar la herramienta.
Sin
embargo, esta solución, por directa que parezca, es profundamente miope. Abolir
el FONDEN es castigar la función indispensable que cumple por la falta de
honradez de sus antiguos gestores. Es una medida reactiva que confunde el
síntoma (la corrupción en el manejo) con la necesidad (la existencia de un
fondo de emergencia expedito).
El FONDEN fue creado para un fin claro: garantizar una respuesta financiera inmediata ante catástrofes naturales. En un país como México, altamente vulnerable a sismos, huracanes, y sequías, esta rapidez es vital. Cuando un desastre golpea, el tiempo se mide en vidas y en el sufrimiento de la población. Contar con un fondo que pueda liberar recursos al instante, sin depender del lento proceso de reasignación presupuestal del Congreso, es un activo estratégico que ninguna nación con riesgo sísmico y costero puede darse el lujo de desechar.
Desaparecer
el FONDEN implica desmantelar, de facto, toda la arquitectura financiera de
respuesta a desastres del país. Esto incluye los instrumentos de transferencia de riesgo, como los
bonos catastróficos y los mecanismos de reaseguro internacional. Al eliminar el
fondo, el Estado mexicano asume el 100% del riesgo financiero de una catástrofe
mayor, poniendo en peligro no solo la reconstrucción, sino la estabilidad de
las finanzas públicas ante un evento de gran magnitud. Es, paradójicamente, una
decisión de alto riesgo financiero tomada en nombre de la austeridad.
La Prueba de Fuego de la Honestidad Gubernamental
La
actual administración tiene como bandera fundamental el combate a la corrupción
y la aplicación de la honestidad republicana.
Si el FONDEN se administró de manera corrupta con los gobiernos anteriores,
este momento representa la oportunidad de oro
para demostrar que la corrupción no es inherente al mecanismo, sino a quienes
lo operan.
La
verdadera prueba de honestidad no es la eliminación por miedo o desconfianza;
es la administración pulcra y ejemplar de
un instrumento que la nación necesita. El camino no es la abolición, sino la reforma radical del sistema de gestión.
Para
sanear el FONDEN y convertirlo en un modelo de transparencia, se requiere:
1.     
Sustitución
Total del Personal y Nombramiento de Gestores Intachables: El enfoque debe ser mantener el fideicomiso con sus
reglas financieras, pero colocar a la cabeza a gente honesta con
capacidad técnica y probada honorabilidad. Los operadores deben ser servidores
públicos que entiendan que el recurso es sagrado y que la corrupción en este
ámbito es un crimen contra la vida y la seguridad nacional.
2.     
Transparencia
Ex Ante y en Tiempo Real: Establecer plataformas digitales abiertas donde cada
erogación del FONDEN sea visible y rastreable por la ciudadanía y los órganos
de fiscalización antes de que se concrete el
gasto, y no meses después. Esto implica hacer públicos los listados
de damnificados, los criterios de asignación y los contratos de proveedores en
tiempo real.
3.     
Fortalecimiento
de la Fiscalización Preventiva: Dotar a
la Auditoría Superior de la Federación (ASF) y a la Secretaría de la Función
Pública (SFP) de facultades para realizar auditorías continuas y
preventivas a los proyectos de reconstrucción, interviniendo
inmediatamente ante cualquier indicio de sobreprecio o desvío.
Desaparecer
el FONDEN es admitir, implícitamente, que la administración actual carece de la capacidad o la voluntad
para gestionar un fondo sensible sin caer en las mismas prácticas que critica.
Es rendirse ante el fantasma de la corrupción pasada en lugar de vencerlo con
eficacia y transparencia.
No Abandonar el Escudo: El Imperativo Estratégico
La
decisión de eliminar el FONDEN es una renuncia a la planificación estratégica
en favor de una medida simbólica. Cuando llegue el próximo gran sismo, o el próximo
huracán categoría 5, el gobierno se verá obligado a improvisar. La espera por
reasignaciones presupuestales en medio de una emergencia solo multiplicará el
sufrimiento y aumentará los costos sociales y económicos a largo plazo.
El
argumento de que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) puede
administrar estos recursos directamente no es suficiente. El FONDEN funcionaba
como una reserva líquida y dedicada; mezclar
sus funciones con el presupuesto ordinario centraliza la decisión y la vuelve
vulnerable a recortes políticos, restándole la flexibilidad y la rapidez que
requiere una respuesta de emergencia.
La
sociedad no pide la permanencia del FONDEN corrupto del pasado, sino la
creación de un FONDEN honesto y eficiente para
el futuro. Es responsabilidad del gobierno de la Cuarta
Transformación, investido del mandato de acabar con la corrupción, sanear el instrumento, no destruirlo.
México
necesita un escudo financiero robusto y rápido ante los embates de la
naturaleza. La desaparición del FONDEN es una victoria póstuma para la
corrupción, pues paraliza la capacidad de respuesta del Estado. El momento
exige temple: demostrar que es posible tener
un fondo de auxilio manejado por gente honrada y transparente,
convirtiendo este mecanismo no en un recuerdo de la cleptocracia, sino en un
símbolo de la nueva gestión pública. La Patria lo demanda; la honestidad debe
ser el cimiento, no la excusa para desmantelar lo que salva vidas.
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