SCJN • Elegir ministros, malísimo sistema
Wenceslao Vargas Márquez
La independencia de poderes se alaba y se festeja en público y, si se hace real ("ten cuidado con lo que deseas") se reprueba y se combate también en público.
Durante el actual gobierno (por el que voté en 2018) no hubo problema con el Poder Judicial pues lo encabezaba el morenista Arturo Zaldívar (y se esperaba su prórroga de dos años para cubrir el sexenio). Como relevo suyo se contemplaba que fuese Yasmín Esquivel Mossa.
No se pudo ni la prórroga ni el relevo vía Esquivel por el espinoso tema de su tesis presuntamente plagiada.
Llegó a la presidencia en enero de 2023 un mujer que
quiso llevar a la práctica lo que siempre se ha celebrado en público: la
división de poderes. No calculó el tamaño de la represalias por intentarlo.
| Mi voto en 2018 | 
En este contexto y después de la primera reforma judicial del sexenio instrumentada por Arturo Zaldívar y publicada en el Diario Oficial el 11 de marzo de 2021 (t.ly/AeJAj), es que surgió la idea de que a los ministros de la Suprema Corte fueran electos de manera directa por el pueblo. Nunca se ha hecho.
La Constitución de 1857 lo hacía de manera indirecta en primer grado. Hoy mismo se hace de manera también indirecta en primer grado: nosotros elegimos a los senadores y ellos a los ministros a propuesta del presidente en turno.
Si esta idea (iniciativa) no fuese una venganza se habría presentado de manera institucional, con estatura de Estadista, en el primer mes del sexenio, diciembre de 2018, como lo hizo Ernesto Zedillo con la suya (con su reforma judicial) en diciembre de 1994.
O, en otra opción, habría sido incorporada a la reforma de Zaldívar –ya citada- de marzo de 2021, celebrada como la mejor en 30 años, en alusión a la zedillista.
No se optó por ninguno de los dos caminos anteriores, ni 2018 ni 2021. ¿Por qué?
Porque nunca estuvo contemplada en el sexenio ("ten cuidado con lo que aborreces").
Porque salió de última hora por el doble descalabro de no lograr la prórroga de Zaldívar ni el encumbramiento de Esquivel Mossa.
Es un tercer y último recurso, un Plan C, para alinear al único poder que falta por someterse: el judicial y construir, una vez más en nuestra historia, al país de un solo hombre (EGP).
La idea de elegir popularmente de manera directa a los ministros es una mala idea. No salió de la reflexión sino del desquite, aunque se niegue.
La reprobaron pensadores como Justo Sierra en 1892, como Emilio Rabasa en 1912 en su obra La Constitución y la dictadura, y fue reprobada también por don Daniel Cosío Villegas en 1957 a analizar las críticas de Sierra y Rabasa en La Constitución y sus críticos.
Escribió Cosío Villegas en el capítulo V, Magistrados libre y cautivos, lo siguiente, dando la razón a Emilio Rabasa: “Ahora bien. Desde un punto de vista jurídico-formal, es incuestionable que Rabasa está en lo justo. La elección popular es un malísimo sistema para designar a los magistrados de la Corte”. Malísimo sistema.
No soy fifí, estoy seguro, y creo no ser conservador. No he militado en ningún partido político en ninguna etapa de mi vida y voté por todo Morena en 2018, es decir, por el partido y Gobierno actualmente en el poder.
Considero pertinente puntualizarlo para añadir lo siguiente:
La reforma constitucional pretendida muy seguramente va a ser aprobada en septiembre con mayoría mecánica. A eso apostó el presidente desde el principio y acertó.
Esperó a tener mayoría absoluta para imponer su voluntad personal, sin diálogos estorbosos con opositores. Van a hacer precisamente de lo que se quejaban cuando eran Oposición. Renace el Ejecutivo fuerte de siempre.
Desde la elección del 2 de junio último me he ocupado de establecer analogías entre el porfiriato, el PRI histórico y Morena para argumentar que la lógica del poder es una sola y no importa quién lo ejerza.
Tenían razón Porfirio y el PRI, y lo ratifica el régimen actual: a México no se le pude gobernar de otra forma, sólo de forma dictatorial, sólo de forma autoritaria.
@WenceslaoXalapa
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