23 diciembre 2024

Su éxito será el porcentaje de participación

 Su éxito será el porcentaje de participación

Wenceslao Vargas Márquez

Una reforma judicial tendría que dejarse funcionar al menos todo un sexenio para saber si funciona o no, sexenio y medio o dos sexenios, y entonces evaluar y corregir defectos.  

No fue así en el caso de la reforma judicial que fue impulsada el sexenio pasado por los presidentes del Ejecutivo y Judicial y que fue publicada en el Diario Oficial de la Federación el 11 de marzo de 2021 (t.ly/m_JTG). Por ella se declararon desterradas la corrupción y el influyentismo.



Arturo Zaldívar le dedicó al combate a la corrupción el capítulo 5 a su Informe Ejecutivo de más de 700  cuartillas (t.ly/4h9gi). Y en su mensaje formal dijo lo siguiente en diciembre de 2022, ya para despedirse del cargo (t.ly/TyvRL): “Desde el inicio de esta administración, asumimos un compromiso con una política de cero tolerancia a la corrupción, como exigencia indispensable para recuperar la legitimidad de la judicatura frente a la ciudadanía. La corrupción y el nepotismo eran temas de los que no se hablaba en el Poder Judicial. Se decía que eran casos aislados y que los trapos sucios se lavaban en casa. Preferíamos voltear la cara, en vez de enfrentar el problema con autocrítica y transparencia. A partir de un diagnóstico profundo y una estrategia clara, en cuatro años logramos desarticular las redes de corrupción y tráfico de influencias que imperaban en la judicatura”. Se redacta en pretérito. Los males se habían resuelto.

Es el caso de que casi un mes antes de que cumpliera tres años funcionando, con la corrupción ya desterrada según declaraciones múltiples de sus dos principales diseñadores y operadores, el 5 de febrero de 2024 se anunció una nueva reforma basada en la elección de jueces, magistrados y ministros… para acabar con una corrupción que se supone ya no existía. Y elegir jueces, magistrados y ministros no era tema en la reforma de marzo de 2021. El tema electoral judicial fue meditado lentamente entre marzo de 2021 y enero de 2024 para ponerlo sobre el raído tapetito circular de las discusiones públicas el 5 de febrero. Lo hizo suyo la candidata presidencial que triunfó en junio. Se le supone consecuencia de una enérgica petición popular.



El punto de esta nota es proponer una interpretación para determinar si esa real o supuesta petición popular fue muy enérgica, o fue una explicación instrumentada sobre la marcha para justificar algo que realmente no existió (la petición popular o la existencia de corrupción), a juzgar por el discurso político de marzo de 2021. La única forma de saber, incluso de medir, el interés del respetable al respecto es poner sobre la mesa las cifras de participación que ha habido en las elecciones y consultas recientes. En la elección presidencial de 2018 hubo una participación del 67%, y del 61% en la última de 2024.   

En la consulta para juzgar a expresidentes en agosto de 2021 la participación del pueblo fue del 7%, ¡siete por ciento! En la consulta para revocar el mandato presidencial en abril de 2022 llegó a las urnas un 17%. Estas dos últimas cifras de participación están muy lejos de las participaciones en las presidenciales. Si las cifras de participación popular en la elección judicial de junio de 2025 se ubicaran en estos rangos del 7 o 17% no se habrá justificado el discurso dado de la ‘exigencia popular’. Una exigencia popular debería entusiasmar y llevar la participación a los niveles de una elección presidencial, o incluso más allá: un 65 o 70 o 75% de participación. Menos no.

X: @WenceslaoXalapa